Por mucho tiempo, las políticas económicas han tenido que encontrar un equilibrio entre las necesidades inmediatas del Estado y el desarrollo a largo plazo de la nación. En ese sentido, las zonas francas han surgido como una solución estratégica en muchos países. Durante décadas, estas zonas han sido la base de múltiples debates económicos y jurídicos, pero su valor en la atracción de inversiones y el fomento del desarrollo ha sido indiscutible. 

Las zonas francas, concebidas como espacios geográficos en los que se aplican regímenes fiscales y aduaneros especiales, se convirtieron en imanes para empresas nacionales y, sobre todo, extranjeras. Los beneficios no se limitan solo a exenciones fiscales; también brindan una operatividad más fluida, menores trabas burocráticas y una conexión más directa con mercados internacionales. Por lo tanto, más allá de ser solo áreas de libre comercio, representan ecosistemas de oportunidades, donde las empresas pueden crecer y, al mismo tiempo, fortalecer la economía local mediante la creación de empleos, formación técnica y el fortalecimiento de cadenas productivas.  

Guatemala, reconociendo el potencial de estas zonas, las incorporó en su estructura económica con la esperanza de convertirse en un destino atractivo para las inversiones. Sin embargo, en un giro de eventos motivado por la intención de aumentar la recaudación de impuestos, el país tomó la decisión de eliminarlas. La lógica detrás de esta decisión se basó en la expectativa de que, al eliminar estos beneficios, las empresas se integrarían completamente al régimen tributario ordinario, incrementando así los ingresos del Estado. 

Pero la economía, con su complejidad inherente, rara vez se mueve en líneas rectas. Las consecuencias de esta acción no fueron las esperadas. En lugar de integrarse, muchas empresas evaluaron el panorama y decidieron que era más beneficioso reubicarse en otros países que sí ofrecieran estos incentivos. De esta manera, lo que se pretendía como una medida para fortalecer las finanzas públicas resultó en una disminución de la inversión, pérdida de empleos y una economía que tuvo que reajustarse a una nueva realidad, demostrando que las decisiones en política económica deben ser tomadas con un análisis profundo y proyectando sus efectos a largo plazo. 

Efectos inmediatos de la eliminación 

Empresas en retirada 

Una decisión de tal magnitud, como la eliminación de las zonas francas, no pudo haber tenido un impacto silencioso en el mundo empresarial del país. Efectivamente, el primer golpe se sintió en la desbandada de empresas que anteriormente habían escogido a Guatemala como su hogar operativo gracias a las ventajas de las zonas francas. Muchas de estas empresas, al verse sin los beneficios que originalmente las atrajeron al país, comenzaron a reevaluar sus estrategias de localización. Al comparar el nuevo escenario guatemalteco con las ofertas en otros países, no tardaron en encontrar alternativas que se alinearan mejor con sus objetivos y necesidades financieras. 

 Esta retirada empresarial no fue un simple cambio de dirección en un mapa corporativo. Detrás de cada empresa que cerró sus puertas o trasladó sus operaciones, hubo historias de inversión truncada, contratos suspendidos y alianzas comerciales deshechas. Y quizás, el golpe más fuerte se sintió en los empleados que se quedaron sin trabajo. Muchos de ellos habían adquirido habilidades especializadas y formación técnica para satisfacer las demandas de estas empresas. Ahora, con la salida abrupta de estas compañías, se encontraron en un mercado laboral reducido, con menos oportunidades y con la incertidumbre de qué vendría después.  

Además, no solo fue una pérdida cuantitativa en términos de empleos y recaudación. Fue también una pérdida cualitativa, en términos de confianza y reputación en el escenario internacional. Las inversiones extranjeras no solo buscan beneficios fiscales, sino también estabilidad y previsibilidad en las políticas gubernamentales. Esta decisión envió un mensaje claro a los inversores globales sobre los cambios abruptos y no planificados que podían esperar en el país, haciendo que muchos reconsideraran Guatemala como un destino viable para futuras inversiones.  

Desempleo y pérdida de oportunidades 

La retirada de empresas de Guatemala no fue un evento aislado. Se trató de un fenómeno que desencadenó un efecto dominó en la economía local, siendo el desempleo uno de los impactos más contundentes. Miles de trabajadores, desde empleados de base hasta ejecutivos y especialistas, se encontraron de la noche a la mañana sin un medio sustentable de ingreso. Estas empresas no solo eran fuentes de trabajo, sino también centros de formación y desarrollo de habilidades. Por ende, con su partida, se perdieron años de capacitación y especialización que habían beneficiado a las comunidades locales. 

Pero más allá de los números y las cifras, la eliminación de las zonas francas dejó una huella más profunda y duradera en el tejido social del país. Familias enteras se vieron afectadas, ya que en muchos casos, el empleo en estas empresas era la principal fuente de ingreso. La falta de oportunidades obligó a muchos a buscar alternativas en sectores menos estables o en la economía informal, lo que a su vez conllevó una reducción en la calidad de vida, el acceso a servicios de salud y educación, y en general, en el bienestar y proyección a futuro de estas familias.  

La paralización en la llegada de nuevas inversiones amplificó aún más este problema. Anteriormente, Guatemala era visto como un polo de atracción para inversores internacionales, quienes veían en las zonas francas una garantía de estabilidad y crecimiento. Con su eliminación, el país perdió competitividad frente a sus vecinos, muchos de los cuales mantuvieron o incluso fortalecieron sus políticas de zonas francas. Así, las oportunidades que podrían haberse materializado en Guatemala, se trasladaron a otras latitudes, llevando consigo las posibilidades de empleo, formación y desarrollo que tanto necesitaba la nación.  

La importancia de las zonas francas para Guatemala 

Estímulo a la inversión y el empleo 

Las zonas francas no solo ofrecen beneficios fiscales a las empresas. Representan una oportunidad para los países de fortalecer sectores económicos específicos, diversificar su economía y generar empleo de calidad. Al establecer zonas donde las empresas pueden operar con mayores facilidades logísticas, administrativas y fiscales, se estimula la inversión tanto local como extranjera. 

Inyección económica y desarrollo tecnológico 

Las zonas francas no solo son sinónimo de ahorros fiscales y atracción de inversiones; representan también ventanas al mundo del progreso técnico y la modernización. Cuando una empresa internacional decide instalarse en una zona franca, no solo importa bienes y capital, sino también prácticas avanzadas, estándares internacionales de calidad y nuevas tecnologías. Esta transferencia tecnológica se traduce en capacitaciones y formaciones para el personal local, lo que eleva el nivel de especialización y experticia en la fuerza laboral del país. 

Además, la presencia de estas corporaciones suele incentivar la creación y consolidación de cadenas de suministro locales. Esto conduce a que empresas nacionales se esfuercen por mejorar sus procesos y adaptarse a tecnologías más avanzadas para satisfacer las demandas de estas grandes corporaciones. De esta manera, el beneficio se extiende más allá de las fronteras de la zona franca, impulsando la modernización y el desarrollo tecnológico en diversos sectores del país. Esta dinámica, a su vez, prepara al mercado interno para competir en escenarios internacionales, elevando el perfil competitivo de la nación en su conjunto. 

Hacia un futuro con zonas francas más efectivas 

La idea de reincorporar las zonas francas en Guatemala no se trata simplemente de regresar al pasado, sino de mirar hacia un futuro promisorio con una estrategia renovada. Para ello, es imperativo mantener un marco normativo robusto y transparente, que ofrezca certeza y confianza a los inversionistas. La atracción no debe basarse únicamente en ventajas fiscales, sino también en la promesa de un ambiente propicio para hacer negocios, con estabilidad y previsibilidad. 

 Adicionalmente, una colaboración más estrecha entre el sector público y privado podría ser la clave para garantizar que las zonas francas no solo beneficien a las empresas, sino también a la población guatemalteca. Esto puede lograrse estableciendo criterios claros sobre la inversión en formación y capacitación para el talento local, así como en iniciativas que promuevan la investigación y el desarrollo en el país. De esta forma, más allá de ser simples espacios de exención tributaria, las zonas francas se convertirían en verdaderos centros de desarrollo e innovación, posicionando a Guatemala como líder en la atracción de inversiones de calidad en la región. 

 Las zonas francas, cuando están bien reguladas y administradas, tienen el potencial de transformar la economía de un país. Guatemala, con su rica historia, cultura y potencial humano, tiene la capacidad de atraer a empresas de todo el mundo.  

 Afortunadamente, Guatemala ha estado tomando pasos hacia el desarrollo de atracción de inversión a través de zonas francas. En recientes años, se modificó la legislación para poder restablecer el régimen de zonas francas en Guatemala para actividades antes eliminadas y nuevas que ofrecen oportunidades de inversión.  

 En este sentido, la Zona Libre de Industria y Comercio Santo Tomás de Castilla (ZOLIC) ha desempeñado un papel crucial. ZOLIC es un área franca guatemalteca situada en el puerto de Santo Tomás de Castilla. A finales de 2019, ZOLIC modificó su reglamento para hacer posible la inversión y establecimiento de las Zonas de Desarrollo Económico Especial Público (ZDEEP) en Guatemala. 

Las ZDEEP son áreas designadas por el gobierno en las que se aplican regímenes fiscales y aduaneros especiales para fomentar la inversión, tanto local como extranjera, y así impulsar el desarrollo económico del país. La creación de estas zonas tiene el propósito de generar empleo, atraer inversión extranjera directa, incrementar las exportaciones y, en última instancia, contribuir al desarrollo socioeconómico del país. 

Con estas dos herramientas, Guatemala está captando inversiones importantes y está resurgiendo su capacidad para atraer inversiones. Sin embargo, es necesario continuar con estos pasos de avance en el sector de zonas francas y atracción de inversión. Un buen siguiente paso sería reglamentar a más profundidad las ZDEEP y las Zonas Francas para que se incluyan en estas reglamentaciones las inversiones especiales y así atraer inversión en turismo, e industrias nuevas no reglamentadas todavía.  

Rodolfo Salazar
Socio
Guatemala
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